
-Regresaste, y apenas hemos tenido tiempo de conversar, ¿tomamos un café?
-Bien cargado. Amargo, no quiero azúcar.
-¿Cambiaste los hábitos? Antes te gustaba más dulce.
-No hay nada dulce que pueda quitarme el sabor a hielo.
-Volviste arisca de tu viaje.
-¿Arisca? ¡No! Volví casi feliz. Pero sé que todo es pura ilusión. Eso no existe.
-Pero sonríes. Veo como se dibuja en tu rostro ese rictus malicioso de tu sonrisa.
-Pura fachada. Alcánzame ese café.
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