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Aquella tarde, después de bajarme del colectivo (algunas paradas antes), me quedé dando vueltas por el barrio.
Mi barrio, en el que había vivido toda mi vida, me parecía distinto. Como una gran escenografía. Y yo era una actriz en esa obra. Una actriz de reparto.
Me sentía liviana y pesada a la vez, si es que acaso eso es posible. Tenía frío y calor. Transpiraba y las orejas me ardían.
Mucho más tarde de lo que debía, me decidí a ir a casa.
No había nadie. Encontré una nota en la puerta de la heladera explicando que mis padres habían salido, no recuerdo a dónde, y que la cena estaba en la heladera para calentar en el microondas. No cené.
Fui a mi cuarto, tenía mucho que pensar. No sé cuánto tiempo estuve así, tirada en la cama y con la luz apagada. Hasta que sonó el teléfono ..